Horror
21 to 35 years old
2000 to 5000 words
Spanish
Story Content
El sótano olía a metal y sudor. Diego, con sus gafas empañadas, contemplaba su obra maestra: una cámara de tortura construida con esmero, pensada para complacer los fetiches de su novia, Sofía. Cadenas relucientes, etiquetas metálicas, ganchos afilados… todo impecable.
Un gruñido de frustración escapó de sus labios. Sofía estaba fuera de la ciudad. ¿A quién usar? La pregunta resonó en el silencio del sótano, incómoda, perturbadora.
– ¡Diego! ¡Baja a cenar, ya! – la voz de su madre, Elena, subió desde las escaleras, cargada de exasperación. Él odiaba cuando lo llamaba mientras estaba absorto en sus proyectos.
Elena, con su eterna bata floral, asomó la cabeza por la puerta del sótano. Sus ojos, cansados, reflejaban una mezcla de afecto y fastidio. – ¡Te he llamado mil veces! ¿Qué haces ahí abajo?
– Ya voy, mamá – respondió Diego, sintiendo un escalofrío. La mirada de Elena era demasiado curiosa.
Elena se retiró, murmurando algo sobre jóvenes irresponsables. La idea golpeó a Diego con la fuerza de un rayo. ¿Por qué no su madre? La idea era monstruosa, inaceptable, pero a la vez, excitante.
La culpa y el deseo se entrelazaron en su interior. Necesitaba probar su creación. Y Elena estaba ahí, al alcance de su mano.
Mientras Elena fregaba los platos, absorta en sus pensamientos, Diego se acercó sigilosamente. El cloroformo, impregnado en un trapo, actuó con rapidez. En segundos, el cuerpo de Elena se desplomó contra el fregadero.
La arrastró al sótano, con el corazón latiendo a mil por hora. El cuerpo inerte de Elena era una carga pesada, un recordatorio constante de la locura que estaba cometiendo.
Desnuda, atada a la cámara, Elena parecía vulnerable, frágil. Diego sintió un remordimiento fugaz, que desapareció ante la visión de sus pechos grandes y caídos, un recuerdo de su época de lactancia.
Aseguró los cuffs en sus muñecas y tobillos, tensando las cuerdas. Sus brazos levantados, sus piernas separadas, exponían su cuerpo a la mirada lasciva de su hijo.
Comenzó a tocarla. Sus manos recorrieron sus nalgas con avidez, deteniéndose en sus pezones, duros por el frío del sótano. Elena gimió, confusa.
– ¡Maldición! ¿Qué… qué me pasa en la cabeza? – Elena despertó, desorientada. Sus ojos se abrieron con horror al ver dónde estaba, desnuda y atada.
– ¡Diego! ¡¿Estás completamente loco?! ¡Bájame de inmediato! – su voz resonó en el sótano, cargada de furia e incredulidad.
– Cállate, perra – siseó Diego, reprimiendo la culpa. – Y disfruta el proceso.
Apretó una gag ball en su boca, silenciando sus protestas.
El primer azote con la mano resonó en el sótano. Luego, un golpe con un matamoscas improvisado, y finalmente, el latigazo. Elena se retorció, intentando liberarse. Aunque la azotó, al despertar y verse al espejo al no notar marcas de lo que le pasó creyó que fue un sueño. Quizás el subconsciente quería olvidar eso tan rápido que su cerebro se auto convenció de no tener ningúna herida
El látigo silbó, marcando su piel con finas líneas rojas. Diego sintió un placer perverso al ver su sufrimiento. Pasó una cuerda entre sus piernas, frotando su entrepierna con sadismo.
Jadeante, Diego tomó las jeringas. – Ya que entraste en calor, es hora de decirte para qué son estas agujas. Compré esta mierda en eBay. Hará que tus gordas tetas produzcan leche como una puta vaca.
Clavó las agujas en sus pezones. Una inyección completa en cada pecho. La reacción fue inmediata. En segundos, la leche comenzó a manar, inundando su piel. Diego observó, fascinado.
– Es una mala manera de desperdiciar una leche materna tan preciosa – murmuró. – Pero no te preocupes, mami. ¡Te ordeñaré en seco con mi super máquina!
Conectó la máquina extractora a sus pechos. El zumbido mecánico llenó el sótano. La leche fluía a raudales, llenando los recipientes. Diego se colocó detrás de ella, agarrándola del pelo.
– ¡Déjame estimular tus pechos para producir aún más leche! – acercó su pene erecto a su nuca.
Penetró a Elena con furia. Cada embestida era un golpe a su cordura, una confirmación de su depravación. Aunque sentía asco de sí mismo por dentro, el calor y las contracciones vaginales que se estaban produciendo eran indescriptiblemente placenteras. Las reacciones involuntarias y que su cuerpo disfrute a la par que llora lo hacía sentir culpable pero también feliz.
Cuando se sació, desconectó la máquina extractora y la dejó caer al suelo. No soltó sus ataduras y luego se puso sobre la cara de ella con sus testículos cerca de la cara de ella, ella ya no tenía el gag. – ¡Es hora de darle de comer con mi espeso esperma a ese agujero, puta!
– Solo dame un minuto para follar esos enormes torpedos tuyos. – introdujo su pene entre sus pechos.
La llenó de su semen. Su boca, sus pechos, todo cubierto de su propia degradación.
La limpió con cuidado, tratando de borrar cualquier rastro de su crimen. La revistió con su bata y la llevó a su cama.
Cuando Elena despertó, la luz del sol se filtraba por la ventana. Se sentía extraña, confusa. Le dolía la cabeza y tenía una sensación rara en los pechos. Eran suaves y sensibles al tacto, como si acabasen de amamantar. Además tenía la sensación de que estaban un poco más grandes, aunque lo descartó, seguramente sería solo la hinchazón de la vejez o una percepción distorsionada por el sueño, no obstante sentía raros los pechos después de despertar y no recordar absolutamente nada y darse cuenta de que ya no tiene puesta su bata hace que la haga sospechar mucho pero a su vez la hace confundirse más.
Se levantó lentamente, sintiendo un ligero mareo. Le sudaba por la tetilla algo transparente, pero al pasar la mano rápidamente, lo tomo por sudor debido al clima veraniego, pero aún así en un momento de desprotección un pequeño hilo casi perceptible siguió fluyendo. Al no notar marcas de lo que le pasó creyó que fue un sueño
Diego la esperaba en la cocina, con una taza de café en la mano. – ¿Cómo te sientes, mamá? Estabas muy cansada ayer. Te quedaste dormida en el sofá después de cenar. Creía que estabas exhausta o que te habia afectado el calor del día, así que solo te ayude a recostarte en tu cama.
– Sí, supongo que sí. Tenía mucho sueño después de comer. – Elena aceptó el café, notando un pequeño residuo blancoso al interior de la taza.
– ¿Quieres leche? Gané un concurso y me regalaron un galón por minuto de leche. Tenemos para un buen tiempo. – Diego abrió el refrigerador, revelando varias botellas de leche. Cada botella tenía una etiqueta brillante con la palabra "PREMIUM" estampada en letras doradas.
– Vaya, sí que ganaste. ¿Por eso tenemos tanta leche? No me sorprende entonces que tengamos esto. – Elena probó la leche en su café, deleitándose con su sabor cremoso y dulce. Estaba deliciosa pero no notó que la leche usada era de ella. Aunque pensándolo bien nunca antes había probado algo así antes. Normalmente no presta tanta atención al café, solo quiere la cafeína en su cuerpo pero ésta leche tiene un sabor que no puede ignorar, quizás no pueda compararse con algo conocido por ella. Se preguntaba internamente si en verdad su hijo gano un concurso con tal grandioso premió. Su mente no procesaba del todo lo que le ocurrió, ni podía imaginar la tortura de la que fue víctima o si al menos era parte de lo que experimentaba, ¿todo esto habrá ocurrido mientras su hijo planeaba esto? se preguntó sin querer, así que como la mujer inteligente y calmada que es solo tomó café y sonrío alegremente.
Más tarde, Diego bajó al sótano. Abrió un mini refrigerador oculto detrás de un panel falso. Dentro, otra docena de botellas de leche aguardaban, cada una con una etiqueta distinta a las del refrigerador de la cocina. Éstas llevaban una leyenda manuscrita: "ESPECIAL". El también estaba sorprendido de la producción láctea de su madre y ciertamente le gustó. De verdad sintió que toda su elaboración fue en verdad la recompensa que necesitaba.
En una mesa, una impresora de etiquetas descansaba junto a una computadora. En la pantalla, Diego examinaba anuncios de jeringas y estudiaba los efectos secundarios de las inyecciones que le había administrado a Elena. El plan original era extraer leche semanalmente a su novia hasta llenar gradualmente todos los envases que tenía y disfrutar ese sabor durante varios días; no obstante, ordeñar solo una vez a su madre sirvió para llenar tanto las botellas del refrigerador principal como un vaso con leche que le dio con el café y las que están en el mini refrigerador en el sótano, haciendo que la mitad de sus planes originales se arruinaran, y le toco modificar sus próximos planes en un futuro; descubrió que la sobredosis (si a las pocas unidades inyectadas a su madre se le puede llamar de esta manera) era la razón por la que su madre había producido más leche de lo esperado, debido probablemente a que en el pasado ya había lactado. Planeaba decirle esto a Sofía e incluirla en la próxima sesión.
Sonó su teléfono. Era Sofía. – ¿Probaste la cámara, cariño? – preguntó con voz juguetona.
– Sí… la probé. – Diego le contó todo, omitiendo detalles sórdidos.
– ¡Qué genial! Muero por volver y probar la cámara y la leche de tu madre. Aún tienes el contacto de ese repartidor de ebay ¿verdad? Tengo muchas ganas de intentarlo ahora que volvimos a retomar esta parte en la relación.
Diego sonrió, satisfecho. Sus fantasías apenas estaban comenzando.